Por: Amaury L. Castillo
Director de Tecnología y Coordinador de Educación a Distancia, Revelation University
En la actualidad, el ministerio enfrenta desafíos cada vez más complejos y variados.
Los líderes espirituales, como pastores, maestros y mentores, tienen la responsabilidad no solo de guiar a sus congregaciones en la fe, sino también de estar preparados para atender las necesidades espirituales, emocionales y prácticas de sus miembros. La capacitación continua, en este sentido, se convierte en una necesidad fundamental para liderar con excelencia y eficacia, conforme a los principios bíblicos.
Llamado a la Preparación
La Biblia nos ofrece una visión clara sobre la preparación y el conocimiento como cualidades esenciales para aquellos que desean servir en el liderazgo espiritual. En Proverbios 4:7, se nos recuerda: “Sabiduría, ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.” Este llamado a buscar la sabiduría refleja la importancia de estar preparados para enfrentar las diversas situaciones que se presentan en el ministerio. No se trata solo de tener buenas intenciones, sino de poseer el conocimiento y la habilidad para actuar con discernimiento en cada circunstancia.
Además, el apóstol Pablo nos exhorta a fortalecer nuestras bases espirituales y académicas en 2 Timoteo 2:15: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.” Aquí, Pablo no solo nos anima a conocer la Palabra, sino a manejarla con precisión y responsabilidad. Para lograrlo, es esencial que los líderes dediquen tiempo a su estudio, reflexión y enseñanza. Esto requiere disciplina, compromiso y un corazón
dispuesto a aprender continuamente, cualidades que se desarrollan a través de una constante capacitación.
La capacitación también nos ayuda a mantenernos humildes y conscientes de nuestras limitaciones, reconociendo que siempre hay más por aprender. En 1 Corintios 8:2, Pablo advierte: “Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo.” Este pasaje nos invita a recordar que, aunque tengamos experiencia o conocimiento, siempre hay áreas en las que podemos crecer. En el ministerio, la humildad y la disposición para seguir aprendiendo nos permiten ser más sensibles a las
necesidades de nuestra comunidad y más efectivos en nuestro servicio.
Ejemplo de Enseñanza de Jesús
Asimismo, en el contexto de la enseñanza, Jesús nos dejó un poderoso ejemplo al instruir a sus discípulos no solo con palabras, sino con acciones y modelaje de vida. En Juan 13:14-15, después de lavar los pies de sus discípulos, Jesús dice: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.” Este ejemplo nos enseña que la capacitación en el liderazgo no solo se basa en adquirir conocimientos, sino en aplicarlos y compartirlos a través del
servicio a los demás. Finalmente, es fundamental que los líderes en el ministerio se capaciten para ser más eficientes en su labor de guía espiritual, en especial en tiempos de incertidumbre y cambio.
En Efesios 4:11-12, Pablo explica que Cristo “dio a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.” Aquí vemos que cada don y rol dentro de la iglesia es dado con un propósito claro: edificar y fortalecer la comunidad de creyentes. Capacitarse permite a los líderes cumplir con esta misión de manera efectiva, enriqueciendo su ministerio y, en consecuencia, la vida de aquellos a quienes sirven.
Conclusión
La capacitación continua es una herramienta esencial para los líderes del ministerio. Es una expresión de obediencia a los principios bíblicos y un medio para glorificar a Dios en cada aspecto del servicio. Al comprometernos a crecer en conocimiento y habilidades, estamos mejor equipados para guiar a nuestras comunidades, cumpliendo así el llamado de Dios de ser obreros aprobados que no tienen de qué avergonzarse y que, con humildad y sabiduría, manejan bien la palabra de verdad.
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